El viaje es quizá una de las actividades más propiamente humanas, tan características de la especie como el habla. Los animales se trasladan, huyen, buscan los pastos mejores o la presa que los alimente, pero no viajan, ni narran sus experiencias. Los primeros relatos, que han marcado el desarrollo de buena parte de la literatura universal, son relatos de viajes: el Éxodo, la Odisea, los innumerables viajeros de las Mil y una noches… En una entrevista incluida en este volumen Luis Alburquerque, gran especialista en el género —un género proteico, dicho sea de paso—, declara: Creo sinceramente que viaje y vida son, en un sentido amplio, sinónimos. El desplazamiento es quizá la señal más evidente del cambio, y la vida y el relato se nutren siempre de aquel. Por eso los viajes son cosa de toda la vida y no solo síntoma de curiosidad, sino verdadera necesidad vital. Conocer al otro, extender nuestro dominio espiritual a la comprensión de los demás implica normalmente un viaje, siempre necesario para su posterior relato